Lecciones
de los 25 ejecutivos más influyentes
En junio de 2000, John Bogle, fundador y antiguo
consejero delegado de The Vanguard Group, pronunciaba
una conferencia en Wharton sobre liderazgo. Un ávido
grupo de ejecutivos escuchaba al hombre que popularizó
el principio de indexación –y que durante el proceso
convirtió a The Vanguard Group en una empresa que
gestiona más de 550.000 millones de dólares en activos-,
y Bogle finalizaba su intervención citando a James
Norris, directivo de Vanguard, quien escribió: “A pesar
de que es revelador pensar sobre qué es un líder, toda
investigación para comprender, para averiguar una
especie de fórmula del liderazgo, posiblemente acabe en
frustración. Es como estudiar a Miguel Ángel o a
Shakespeare: puedes imitar, emular y disimular, pero
simplemente no existe fórmula alguna que explique el
David de Miguel Ángel o el Hamlet de Shakespeare.
Supongo que cuando ya se ha dicho y hecho todo, la cosa
se resume en lo siguiente: los líderes son líderes
porque eligen liderar”.
La clave del liderazgo es tan sencilla como eso:
es cuestión de elección y determinación. Si
efectivamente esto es cierto, entonces la gente que
elige y está determinada a convertirse en un líder
empresarial influyente podría beneficiarse observando a
otros líderes y emplear sus observaciones para
enriquecer su propio estilo de
liderazgo.
Con dicha afirmación como premisa, Nightly
Business Report (NBR) –el programa diario de negocios
más visto de la televisión estadounidense-, y
Knowledge@Wharton unieron sus fuerzas con el propósito
de identificar a los 25 líderes empresariales más
influyentes de los últimos 25 años. El resultado de
dicha colaboración es un nuevo libro, escrito por
Knowledge@Wharton en asociación con NBR y publicado por
Wharton School Publishing, titulado Lasting
Leadership: Lessons from the 25 Most Influential
Business People of Our Times (Liderazgo duradero:
lecciones de los 25 hombres/mujeres de negocios más
influyentes de nuestros tiempos). El proyecto coincide
con la celebración del XXV aniversario de NBR en
antena.
Los
ganadores fueron elegidos por un tribunal formado por
seis profesores de Wharton entre los más de 700 nombres
propuestos por los telespectadores de NBR. El
nombre de los ganadores es, por orden alfabético: Mary
Kay Ash, fundadora de Mary Kay; Jeff Bezos, consejero
delegado de Amazon.com; John Bogle, fundador de The
Vanguard Group; Richard Branson, consejero delegado de
Virgin Group; Warren Buffett, consejero delegado de
Berkshire Hathaway; James Burke, antiguo consejero
delegado de Johnson & Johnson; Michael Dell,
consejero delegado de Dell Computers; Peter Drucker,
educador y autor; William Gates, presidente de
Microsoft; William George, antiguo consejero delegado de
Medtronics; Louis Gerstner, antiguo consejero delegado
de IBM; Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal
de Estados Unidos; Andrew Grove, presidente de Intel;
Lee Iacocca, antiguo consejero delegado de Chrysler;
Steven Jobs, consejero delegado de Apple Computer;
Herbert Kelleher, presidente de Southwest Airlines;
Peter Lynch, antiguo directivo de Fidelity's Magellan
Fund; Charles Schwab, fundador de The Charles Schwab
Corp.; Frederick Smith, consejero delegado de Federal
Express; George Soros, fundador y presidente de The Open
Society Institute; Ted Turner, fundador de CNN; Sam
Walton, fundador de Wal-Mart; Jack Welch, antiguo
consejero delegado de General Electric; Oprah Winfrey,
presidenta del grupo de empresas Harpo; y Muhammad
Yunus, fundador de Grameen Bank.
La lista de ganadores de NBR/Wharton está
encabezada por Grove, de Intel, que fue condecorado con
el título de líder empresarial más influyente de los
últimos 25 años.
Dos de las 25 personas de Lasting
Leadership han fallecido: Sam Walton en 1992 y Mary
Kay Ash en 2001. Knowledge@Wharton entrevistó a 15 de
las otras 23, incluyendo a Jeff Bezos, John Bogle, James
Burke, Michael Dell, William George, Louis Gerstner, Lee
Iacocca, Herb Kelleher, Andrew Grove, Peter Lynch,
Charles Schwab, Fred Smith, Ted Turner, Jack Welch, y
Muhammad Yunus, además de al hijo de Mary Kay Ash,
Richard Rogers. Para obtener información sobre los demás
líderes, los autores se basaron en libros sobre ellos o
escritos por ellos, conferencias y entrevistas que
hubiesen concedido en los últimos diez años, y artículos
de prensa y revistas.
Lasting
Leadership también
identifica ocho características -o atributos- del
liderazgo, y cada una de ellas tiene su propio capítulo
en el libro. Estas características son evidentes en
distinto grado en estos individuos.
1-
Ser
capaz de crear una fuerte cultura
corporativa.
2-
Decir la verdad.
3-
Ser capaz de encontrar y abastecer mercados que
no están suficientemente servidos.
4-
Poder ver “lo invisible”, esto es, identificar
potenciales ganadores o tendencias débiles antes que sus
rivales o consumidores.
5-
Ser experto en utilizar los precios para crear
una ventaja competitiva.
6-
Destacar en la gestión y creación de la marca de
su organización (que en algunos casos puede ser su
propio nombre).
7-
Aprender rápidamente.
8-
Tener grandes habilidades para gestionar
riesgos.
Además,
el libro incluye textos describiendo el gran reto al que
cada líder tuvo que enfrentarse durante su carrera, así
como detalles de los principales acontecimientos de sus
vidas.
Los autores de Lasting Leadership son
Mukul Pandya, editor y director de Knowledge@Wharton,
y Robbie Shell, editora de Knowledge@Wharton.
Otras tres personas -Susan Warner, Sandeep Junnarkar y
Jeff Brown- realizaron importantes tareas de
colaboración en las entrevistas y tareas de
edición.
A
continuación aparecen dos extractos del libro. La
primera parte pertenece al capítulo II "Leadership and
Corporate Culture" (Liderazgo y cultura corporativa), y
la segunda al capítulo VI "Using Price to Gain
Competitive Advantage" (Utilizando los precios para
ganar ventajas competitivas).
Herb
Kellegher: Dándole alas a Southwest
Airlines
Hacer que Southwest Airlines consiguiese despegar
fue el mayor logro del Herb Kelleher.
La advenediza compañía aérea de Texas, que ofrece
vuelos baratos y sin añadidos, tuvo durante tres años
las puertas de acceso bloqueadas como consecuencia de
las demandas judiciales interpuestas por las compañías
ya establecidas con el fin de proteger su negocio.
Kelleher, que por aquel entonces era abogado de
Southwest, luchó hasta llegar al Tribunal Supremo de
EEUU, dejando libre el paso para que Southwest lanzase
su primer vuelo en 1971. Más tarde Kelleher tuvo que
volver a los tribunales para luchar porque la compañía
se mantuviese en Love Field, Dallas. “Fue una batalla
larga y difícil. Incluso continuó una vez que Southwest
empezó a volar”, dice Kelleher. “Las otras compañías
aéreas se esforzaron extraordinariamente para echarnos
del negocio”.
Al final los ejecutivos de las dos aerolíneas
competidoras fueron declarados culpables de los cargos
antimonopolio presentados. Southwest creció hasta
convertirse en una de las mayores compañías aéreas
nacionales. Sus aviones se pintaron con los colores de
las ballenas asesinas, había azafatas por todas partes y
el aperitivo servido consistía simplemente en unos
cacahuetes. Esas batallas iniciales proporcionaron a
Southwest sus alas, pero también contribuyeron a dar
forma a la célebre cultura de Southwest, caracterizada
por su humor, lealtad y feroz resistencia a toda
burocracia corporativa.
Durante las dificultades pasadas en aquellos
juicios iniciales, antes de que incluso la compañía
volase, Southwest simplemente era Kelleher, un pequeño
grupo de inversores y un plan esbozado en una servilleta
de papel. “Tan solo éramos un par de personas librando
las batallas legales, día sí y día no, contra una enorme
jauría de abogados de las otras compañías aéreas”,
recuerda Kelleher. “La persistencia fue un factor muy
importante. También no aceptar de ninguna forma la
creencia popular de que la cosa no iba a funcionar. Creo
que en Texas posiblemente sólo una de cada cuatro
personas creyó que Southwest algún día volaría, ¡y mucho
menos llegara a tener éxito!”.
En 1973, cuando los competidores iniciaron de
nuevo acciones legales contra Soutwest, esta vez era
para obligarla a abandonar a Love Field, a sus azafatas,
a sus manipuladores de equipajes y a sus gestores de
reservas. “Nuestra gente tenía estímulos y respondió con
el espíritu propio de un guerrero”, dice Kelleher. “Creo
que les inculqué la idea de que sobrevivir en el sector
aéreo era cuestión de milímetros, y nosotros teníamos
por narices que sobrevivir. La empresa inició una
cruzada a la que nuestros trabajadores se unieron. Desde
entonces siempre ha sido así”.
Kelleher rechazó el concepto convencional de que
el cliente es lo primero. En Southwest, los empleados
son lo primero, ya que se cree que una empresa con
trabajadores felices y productivos tendrá clientes
felices y deseosos de pagar. A Kelleher le encanta
contar la historia de un ejecutivo que se quejaba de que
era más difícil para él conseguir una entrevista con el
director ejecutivo que para un manipulador de equipajes.
La respuesta de Kelleher fue que esto se debía a que el
manipulador de equipajes era más
importante.
Cuando estaban intentando que Southwest
despegase, el equipo directivo estaba formado por
“refugiados” procedentes de otras compañías aéreas que
habían perdido su trabajo durante la recesión de
principios de los 70. Algunos de ellos eran espíritus
libres que no encajaban en otras compañías. Muchos eran
muy experimentados y empezaron a ser conocidos en el
seno de Southwest como Over-The-Hill-Gang (la banda de
acabados). “Nuestros trabajadores de aquella época no
eran jóvenes, pero buscaban nuevas oportunidades. Quería
hacer las cosas de modo diferente”, dice Kelleher.
“Cuando llegaron a Southest fue su liberación. Podían
empezar a decir lo que realmente pensaban. Ese grupo fue
clave en el giro dado por Southwest Airlines, haciendo
que fuese rentable y creando un nuevo modelo
operativo”.
Desde el principio, Southwest se resistió a las
jerarquías tradicionales y en sus operaciones consiguió
flexibilidad. Kelleher afirma que sus días de instituto
jugando a fútbol y baloncesto le enseñaron cómo debía
funcionar un equipo. “Si juegas al fútbol, no vas y le
dices al delantero Ese es tu territorio, yo no voy a
pelear esa pelota. Así los equipos no funcionan
eficazmente. El juego en equipo es un concepto
fundamental y con los deportes de equipo se aprende
rápidamente. Si quieres triunfar, si quieres ganar, hay
que jugar como equipo”.
A medida que la joven compañía aérea desarrollaba
sus operaciones, Southwest se centraba en la sustancia
en lugar de en el proceso, dice Kelleher. Southwest
exprimió al máximo cada segundo para tener siempre
aviones en el aire. Los pilotos, las azafatas y los
responsables de los billetes, todos ayudaban a limpiar
los aviones para que estuviesen listos para despegar de
nuevo en 10 minutos. Y para conseguir cubrir todas las
plazas, la compañía fue pionera de las tarifas de bajo
coste y vuelos alejados de la hora
punta.
Con un escaso capital para publicidad –el primer
mes la compañía gastó la mitad de los 700.000 dólares
del presupuesto del primer año-, para generar interés
Kelleher se basó en el “boca-boca”. Las azafatas de
Southwest iban vestidas con unos sexy pantalones naranja
y botas blancas de go-go en el vuelo de las 8 de la
mañana de Dallas a Houston, apodado por la compañía como
el “Love Bird”.
Aunque en Southwest haya juegos y diversión, la
compañía ha mantenido una disciplinada estrategia de
negocio, dice Kelleher. Cuando se produjo la
desregulación del sector en 1978, Southwest tuvo la
oportunidad de convertirse en una compañía de vuelos
interestatales compitiendo por rutas más largas y
lucrativas. “Nos dijimos: Tenemos un nicho particular en
el sector aéreo, y básicamente vamos a continuar siendo
una compañía que opera dentro del estado de Texas. Eso
supuso una gran disciplina cuando estuvieron disponibles
otras alternativas”, explica Kelleher. Con mucho cuidado
y de forma gradual, Southwest se expandió, pero sólo con
colchón suficiente para hacer frente a cualquier
emergencia sin tener que hacer despidos o recortar
beneficios”.
Kelleher calcula que en el sector aéreo se puede
esperar un par de crisis importantes cada 10 años, como
una subida del precio del petróleo, una guerra, una
huelga de controladores aéreos, incluso otro 11 de
septiembre. Cada crisis conlleva despidos masivos y
resentimientos. Pero Southwest nunca ha licenciado a un
empleado. “Es muy importante para el éxito que los
empleos sean seguros y los trabajadores no estén
preocupados por si van a estar desempleados la semana
próxima. Así es como siempre se han sentido los
empleados de las compañías aéreas”.
Jeff Bezos: captando capital para
Amazon.com
No ha sido un camino de rosas desde que
Amazon.com consiguió captar 54 millones de dólares en
1997 en una de las primeras ofertas públicas iniciales
de acciones que se realizaron a través de Internet. Esta
tienda pionera del comercio electrónico vio como su
capitalización se disparaba hasta alcanzar los 32.100
millones de dólares y posteriormente, cuando estalló la
burbuja de Internet, caía hasta los 8.900 millones; vio
como las tiendas minoristas tradicionales se introducían
en el negocio online para competir en el mismo ámbito
digital; y perdió miles de millones de dólares en un
intervalo de seis años, hasta el punto de que incluso
algunos bromeando la llamaban “Amazon.org”, ya que
parecía comportarse como una empresa sin ánimo de
lucro.
Sin embargo, en opinión de Jeff Bezos, el
fundador y consejero delegado de Amazon.com, de 39 años
de edad, el mayor reto al que se tuvo que enfrentar
sucedía en 1995, intentando captar 1 millón de dólares
en el mercado de capital riesgo para lanzar su empresa y
mantenerla operativa durante al menos durante dos años.
“Hubo un momento en que toda la empresa podía haberse
extinguido antes de incluso haber nacido”,
explica.
Durante la ahora legendaria “excursión” desde
Nueva York hasta California en 1994, McKenizie -la mujer
de Bezos- conducía mientras Benzos utilizaba el portátil
para escribir el plan de negocios de una tienda de
libros que emplearía el poder de una nueva tecnología de
redes –Internet- para revolucionar el comercio al por
menor.
Si hubiese esperado un año o dos para ir a
Silicon Valley, habría encontrado inversores pidiendo a
gritos financiar mi idea, afirma Bezos. El pánico
inversor que acabó con los días de bonanza de la burbuja
de Internet no llegaría hasta 1997. Aquellos días “la
gente podía captar 60 millones de dólares con una sola
llamada de teléfono”.
Los empresarios que son conocidos por haber
creado varias empresas normalmente encuentran abiertas
las puertas de los capitalistas de riesgo, pero Bezos no
tenía tal reputación para poder conseguir 1 millón de
dólares. La cantidad por sí misma era demasiado baja
como para despertar el interés de los inversores. No
obstante, contaba con los 100.000 dólares invertidos por
sus padres, el típico capital semilla que plantan
personas que apuestan por el empresario en lugar de
apostar por la idea de la nueva empresa”, señala
Bezos.
Utilizando los contactos que tenía de la época en
la que había trabajado en Wall Street, Bezos se las
arregló para conseguir una cita con varios inversores de
Silicon Valley. “Hablé con toda la gente que conocía que
pensé que podía permitirse invertir 50.000 dólares”,
recuerda. A principios de 1995, en tan sólo seis meses
Bezos se reunió con unos 60 inversores privados.
Simultáneamente contrataba programadores para
desarrollar la página web y ultimar los detalles de la
creación de una empresa que, hasta entonces, no tenía
precedentes. Conseguir financiación “fue más difícil de
lo que esperaba”, dice. “Es complicado hacer que la
gente invierta 50.000 dólares porque las posibilidades
de que todo salga mal no son muy bajas; y el peor
escenario podría ser perder todo lo
invertido”.
Aunque en 1995 no se realizaban tantos análisis y
contraanálisis, los inversores solían evaluar
cuidadosamente cada plan de negocio antes de abrir la
chequera. Su poca comprensión y fe en el potencial de
Internet hacía que fuesen escépticos. “Las respuestas y
comentarios que recibíamos eran los típicos de personas
con buenas intenciones que básicamente no creían en el
plan de negocio; simplemente creyeron que no
funcionaría”, dice Bezos. Durante sus encuentros con los
inversores, recuerda que le dijeron cosas como: “Pero
esos libros ahora ya se pueden pedir”... “¿Por qué
alguien querría comprar libros online?”... “Si logras
tener éxito, vas a necesitar un almacén del tamaño de la
biblioteca del Congreso”.
Lo que hacía que el plan de Bezos fuese tan
complicado era la necesidad de tener desde el principio
el millón de dólares que estaba intentando captar. No
tuvo el placer de conseguir 50.000 dólares una semana y
luego otros 50.000 unas semanas más tarde. Si alguien
invierte 50.000 dólares, le preocupa que el empresario
pueda malgastarlos “antes de poder ser empleados con el
resto de capital invertido en usos rentables”, dice
Bezos. “Así pues, al final del proceso tenía que haber
cierta sincronización”.
Bezos nunca consideró la opción de reducir la
cuantía del capital que quería captar. “No era una
solución práctica”. Si de repente hubiese dicho que
necesitaba 500.000 dólares, los inversores hubiesen
empezado a hacer preguntas. “Se habrían dicho: ¿Qué ha
cambiado para que ahora sólo necesite medio millón de
dólares? Mis 50.000 dólares ¿van a asumir un riesgo
mayor al no haber conseguido captar el
millón?”
Unos cuantos inversores tuvieron la corazonada de
que Benzos estaba a punto de generar un movimiento
sísmico que revolucionaría prácticamente todos los
aspectos del mundo empresarial. Otras empresas que más
tarde alcanzarían un estatus legendario –como Netscape,
que creaba el buscador web para los usuarios de Internet
menos técnicos, y Yahoo, que catalogaba el creciente
número de páginas web-, también estaban haciendo sus
incursiones en el mercado de capital riesgo para poner
en marcha dichas empresas. El entusiasmo por el
potencial de la Red tan sólo estaba empezando a
dilucidarse.
Bezos contaba con algo más que su persistencia
para ayudar a convencer a los cautelosos inversores
privados. Empleando los datos de John S. Quaterman, uno
de las primeras personas que recopilaron datos sobre el
uso de Internet, Bezos informaba a sus inversores sobre
el crecimiento de la Red a tasas anuales del 2.300%.
“Este crecimiento es invisible hoy y también lo será
mañana”, les dijo. El plan de negocio que había
elaborado mientras cruzaba todo el país visionaba un
comercio minorista online especializado en vender
libros, “una librería que tuviese una selección 10 veces
superior a la de la mayor librería tradicional”. Bezos
explicaba que iba a construir algo único que no podía
ser replicado en el mundo físico ni a través de
catálogos.
Los
inversores empezaron a darse cuenta de que había
planificado bien en el futuro. Por ejemplo, Bezos
hablaba de conectar el poder de Internet con el de las
bases de datos. Propuso un servicio “personalizado” que
podía mostrar determinados productos al cliente en
función de sus adquisiciones previas. (Este servicio se
lanzaba en 2000). “Finalmente conseguí captar el millón
de dólares, 50.000 de cada vez, y unos 20 ángeles
inversores”, explica Bezos. Un año más tarde, los
capitalistas de riesgo empezaron a hacer cola delante de
la puerta de Bezos. La firma de capital riesgo Kleiner
Perkins Caufield & Byers se encontraba entre las que
inyectaron 8 millones de dólares en la empresa, una
inversión que fue más que recompensada cuando Amazon.com
salió a Bolsa.
Mirando atrás al laborioso proceso de captación
del capital inicial, Bezos afirma que él se benefició
claramente de la experiencia. “No creo que debiera ser
algo fácil. Una de las cosas que ocurrió a algunas de
las empresas que fueron creadas durante la burbuja es
que les fue demasiado fácil conseguir financiación”. Así
pues, añade, “el dinero no estaba valorado adecuadamente
”.
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